Ya
no se empeña
en
torturarla.
Nadie
supo calmarla.
Nadie,
con una sonrisa,
vino
a buscarla.
La
historia le convenía.
Sobre
él sentía lo suyo,
secuencias
de congelación
entre
sus amigos
sin
estar con nadie
Más
encogido y obsceno
que
su propia prole,
dejó
de existir
con
unos pasos de baile.
Y
dejó de buscarla.
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