jueves, 10 de enero de 2013

Ceferino Oliver-Cap IV


Tras unos minutos abrió los ojos, pero todo permanecía exactamente igual, ni una mota de tiempo se había movido de su lugar. Volvió a mirar a un lado y a otro para intentar decidir qué dirección coger. Miraba hacia lo profundo escrutando en la oscuridad, dejándose llevar por cada ínfima sensación, queriendo averiguar… primero a un lado, después al otro… Nada era distinto, tal espejo reflejo de todo. Nada cambiaba en su interior, tal sueño apacible de una tarde otoñal. 

Y así pues, ¿qué hacer? Su instinto, guía de tantas de sus metódicas búsquedas, estaba ahora inmerso en una nada. Así que cogió una moneda y lo echó a la suerte. Cara para el lado derecho, cruz para el izquierdo. Se colocó la moneda encima del pulgar, tal como hacen los árbitros de fútbol antes del encuentro para sortear los campos, y pulsó con todas sus fuerzas para que la moneda subiera a lo más alto. Y luego la vio caer, girando ante sí hasta tocar el suelo, sin provocar ningún ruido, ningún tintineo, sin tan siquiera un leve movimiento. Quedó plasmada, tal imán ante una chapa de hierro.

Ceferino Oliver se agachó para cogerla. Sus ojos, fijos en ella, dudaron un instante, pero la decisión ya estaba echada y no podía volverse atrás. Así que, ya sin ver el trozo redondo de metal, se fijó en el resultado del tiro, y por enésima vez volvió a sorprenderse, pues la cara y la cruz de la moneda se iban intercambiando a modo de capas superpuestas, tal cual dos aguas uniéndose en un mar. 

Y con los ojos desorbitados volvió a levantar la cabeza y se dio cuenta de que estaba en medio del parque de los perros. Tenía una moneda en la mano, pero sus ojos lagrimosos no se la dejaron ver. 


FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario