sábado, 12 de enero de 2013

Ceferino Oliver-Capítulo II


A su derecha, el callejón brillaba en su opacidad. Un muro de hormigón se alzaba imparable hacia lo alto, sin un respiro, tal cual la piel de un elefante, rugosa y seca, interminable… A su izquierda el muro estaba plagado de minúsculas ventanas, oscuras y hondas, que subían sin cesar hacia un cielo chapado en negro, cual alquitrán, pero opaco, sin ninguna luz destellante portadora de una realidad ahora no existente.

Ceferino Oliver estaba perdido. Él, que tanto sabía, que tanto promulgaba, ahora se hallaba inmerso en un mar de dudas, cavilaciones, preguntas sin respuesta que machacaban su celebro por todos los bandos, dejándolo en una sucesión de estados de shock que pasaban por un coma momentáneo seguido de una epilepsia frenética que lo retornaba al coma. Y así durante un tiempo indescriptible que, en realidad, no fueron más que unos pocos segundos. Pero el tiempo y el espacio ya no eran reconocibles por Ceferino Oliver, cuya nueva perspectiva iba más allá de esta dimensión. (continuará)

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