martes, 25 de febrero de 2014

Crisis

Llevaba tiempo deseando despedirme de aquel enigmático misterio. Mi primer recuerdo siempre estaba a punto de estallar, pero me mantenía lo más lejos posible, sin sentirme culpable por ello. Hay que tener en cuenta que, sin duda, muy pronto tendría que remontar una nueva crisis -que por cierto ya debería haber comenzado hace rato, lo cual me deja perpleja-. 

De todos modos, los días eran insoportables, confirmándome mi miedo más absurdo a esa memoria que me desquiciaba la mente. Las voces resonaban dentro de mi y me obsesionaban más que nunca. Perdía el oído, la vista, las sensaciones... y desaparecía yo misma, siguiendo el consejo de esas voces balbuceantes.

Me encontraba en un estado pésimo. Mi carácter gesticulaba suspiros excesivamente crueles y la angustia volvía a penderse de mi. No tenia objetivo alguno, por eso siempre me abandonaba de esa manera tan exagerada, seguramente para olvidar todo lo que se había esfumado.

En realidad, había comenzado a no sentir miedo dentro de mi cerebro. Evidentemente podría equivocarme - un sentimiento psíquico me contaba lo contrario-. Por eso no dejaba de vivir con espanto. 

Por unos momentos rechazé mi silencio, saboreando la auténtica crisis que me había abierto los ojos -sospechosamente modesta, casi ridícula-. Minutos más tarde me arriesgué a percibir los pedazos destrozados de mis recuerdos, preguntándome por qué no se desvanecerían como los papelillos quemados de los fuegos de artificio. 

Pero las voces rápidamente me contestaron, todo formaba parte de un conjuro, nada era permanente, como esa sombra que se pierde al pasar del día.

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